KINSHASA.- El Papa Francisco escuchó ayer los desgarradores relatos de asesinatos y violaciones de las víctimas del conflicto en el este de la República Democrática del Congo y pidió a Dios que las consolara y convirtiera los corazones de quienes cometen atrocidades.
En un conmovedor encuentro en la embajada del Vaticano en la capital, Kinshasa, víctima tras víctima contó su historia al pontífice antes de depositar objetos que simbolizaban su sufrimiento, como un machete o una daga, ante una cruz cristiana.
Entre ellos, Ladislas Kambale Kombi, de 16 años, de una aldea de la provincia oriental de Kivu Norte, que vio cómo su padre era decapitado y descuartizado y cómo su madre era secuestrada por milicianos, dejándoles solos a él y a sus dos hermanas pequeñas.“Santo Padre, es horrible presenciar una escena así. Nunca se me olvida. Por la noche, no puedo dormir. Es difícil comprender tanta crueldad, tanta brutalidad casi animal”, le dijo al Papa, antes de dejar un machete en la cruz.
Tras hablar y dejar sus objetos, Kombi y las demás víctimas se arrodillaron ante el Papa, que les puso la mano en la cabeza y les tomó las manos, a cada uno por turno, y los bendijo en silencio.
Emelda M'karhungulu fue una de las mujeres que relataron sus experiencias de violencia sexual. Contó que en 2005, cuando tenía 16 años, fue secuestrada por rebeldes que atacaron su aldea en la provincia de Kivu del Sur y la llevaron a un campamento forestal donde fue violada todos los días durante tres meses por hasta 10 hombres. “Queremos un futuro diferente. Queremos dejar atrás este oscuro pasado y estar en condiciones de construir un futuro hermoso. Exigimos justicia y paz”, dijo al Papa, depositando las ropas paramilitares como las que llevaban sus secuestradores.
Bijoux Makumbi Kamala, de 17 años, relató su secuestro en su aldea de Kivu Norte en 2020 y sus 19 meses de retención en un campamento rebelde, durante los cuales fue violada todos los días por un comandante hasta que escapó, embarazada de gemelos. Llevando a sus hijas, una delante y otra detrás, depositó en el suelo una pequeña alfombra, símbolo de su sometimiento pasado. El Papa tomó sus manos y las de sus hijas para bendecirlas.
Francisco, que se encontraba en el primer día completo de su visita al Congo y antes había celebrado misa ante un millón de personas, respondió a estas historias con un emotivo discurso en el que pidió el fin de la violencia y la resignación.
“Sus lágrimas son mis lágrimas. Su dolor es mi dolor. A cada familia afligida o desplazada por la quema de aldeas y otros crímenes de guerra, a las sobrevivientes de la violencia sexual y a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con vosotros”, afirmó.
Asimismo, hizo un llamado a todas las partes, internas y externas, que orquestan la guerra en el Congo para saquear el país: “¡Basta ya! Dejen de enriquecerse a costa de los pobres, dejen de enriquecerse con recursos y dinero manchados de sangre”. Habló de “luchas polarizadoras en las que se entrecruzan dinámicas étnicas, territoriales y de grupo”, reconociendo que los conflictos por la tierra y la debilidad de las instituciones desempeñan un papel.
“Pero es, sobre todo, una guerra desencadenada por una insaciable codicia de materias primas y dinero que alimenta una economía armamentista y requiere inestabilidad y corrupción”, afirmó. “¡Qué escándalo y qué hipocresía, ya que se viola y asesina a personas, mientras sigue floreciendo el comercio que causa esta violencia y muerte!”. Durante su misa en el aeropuerto de Kinshasa, el Papa exhortó al pueblo congoleño a concederse mutuamente una “gran amnistía del corazón” y pidió a los cristianos combatientes que depongan las armas.El pontífice argentino tiene previsto salir de Kinshasa este viernes hacia la capital de Sudán del Sur, Juba, donde se le unirán el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, Iain Greenshields. (Reuters)